Resum: |
Desde el Juan de Mairena machadiano, todos nosotros dudamos de que sea verdad la supuesta afirmación del Atrida, según la cual "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero", aleccionados como estamos por el atrevimiento del pobre porquero que, al menos por una vez en su vida, se atreverá a matizar la universalidad del real aserto para introducir un cauteloso: "Eso depende". Si nosotros fuéramos cartesianos (y de algún modo lo somos, al igual que somos velis nolis griegos y cristianos), diríamos que "eso" depende, entre otras muchas cosas, de que el cuerpo del porquero esté igual de bien conformado y equilibrado que el de su poderoso señor. Bien podemos conceder, en efecto, que: "La vérité consiste en l'être", mientras no entremos demasiado en las entretelas de tan escurridizo término como el de «ser». Pero algunos nos sentiríamos más inquietos si tuviéramos que asentir igualmente a un aserto cartesiano mucho más preciso, a saber: "omnia quae clare cognosco esse vera". Aquí no sólo se ha precisado ya el ser como "ser-para-el-conocimiento-claro", sino que implícitamente, a través de la terminación verbal, se ha deslizado una partícula: ego, que dará mucho que pensar, sobre todo si entendemos su referente como resultado de un proceso absoluto de abstracción y reducción en el que todo contenido parece haberse evaporado, hasta que sólo queda en nuestras manos el acto purísimo de pensar: la acción solitaria, la soledad del agente que parece habérselas tan sólo consigo mismo. Contra tal reduccionismo, a la memoria acuden los versos de Machado: "En mi soledad / he visto cosas muy claras, / que no son verdad". |